Andar siempre en la cuerda floja tiene su gracia hasta cierto punto. Es divertido, te sientes libre. Pero acabas sintiendo miedo.
Y no sabes cuál es el momento de bajar; eso es lo más difícil.
Te pierdes ahí arriba. Sosteniéndote como puedes, agarrándote a lo que vas encontrando. Pero ningún obstáculo es lo suficientemente grande como para quedarte en él.
Y sigues en equilibrio.
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