Vuelvo. Y vuelvo. Y me vuelvo a ir. Y vuelvo a volver. Y vuelvo a irme.
Me vacío, me lleno, vuelvo a vaciarme, me vuelvo a llenar. Y vuelvo a estar vacía.
Pero esta vez es diferente. Esta vez no soy yo. Esta vez es nadie. No hay preguntas, no hay respuestas, no hay rostros. Nada.
La culpa es mía, no hay culpa, es de nadie.
Las palabras brotan, las palabras se ahogan, las palabras bailan, se fracturan, se caen, vuelven a levantarse, desaparecen.
Me voy con ellas. Vuelvo. Me vuelvo a ir. Vuelvo a volver. Y vuelvo a irme.
Despedirme de mí misma, eso he hecho. Dentro de esa clase de persona habito. Y con ella convivo.
Sales a la calle y todo está incompleto. Entras en casa y se te derrumban las paredes. Lo que necesitas no lo quieres. Pero esta vez no eres la responsable. Ni siquiera eres responsable de ti misma, a quien has destrozado.
Me muevo, me paro. Miro atrás, miro hacia delante. Respiro, me ahogo, miro, lloro, cierro los ojos, sonrío, abro los brazos.
Y vuelvo a estar vacía.