Los escaparates llenos de mentiras, las calles plagadas de ingenuidad y las cenas familiares atestadas de pesadez y muchedumbre barata. Así es la Navidad. Perfumes, juguetes y falsas esperanzas.
Las almas humanas vociferan ser liberadas en esta época del año, creyendo sin más que cinco guirnaldas rojas podrán hacerles olvidar su mundana existencia basada en infelicidad los demás 345 días del año.
Y yo, mientras tanto, me escondo en mi habitación y salgo a la calle a congelarme los huesos con la fiel esperanza de que alguien venga a rescatarme y a hacerme sonreír, independientemente de la época del año en la que estemos, y teniendo fe ciega en la gente que lo consigue.
martes, 27 de diciembre de 2011
sábado, 10 de diciembre de 2011
Despair in the departure lounge.
La condena impuesta es de por vida y atrapa. Está erguida entre sábanas de algodón, besos caros y perfumes estupefacientes. Pesa y arrastra hasta fondos inimaginables, hasta consecuencias desastrosas y catástrofes que ni el mismísimo Dios, si existiese, podría evitar.
La televisión, que suena de fondo, vocifera palabras sin sentido. Me desplazo sin apenas rozamiento, esquivando la tormenta de sentimientos que se avecina ante mí, impasiva y sin piedad. Intentar asensinar algo imposible, recorrer caminos ya transitados y morder el polvo.
Los conocimientos que he ido adquiriendo con el paso de los años parecen pasar desapercibidos, ignorados, desechados.. Se desvanecen ante el menor atisbo de esperanza. Truena en mi mente y aquí está lloviendo. Juego a ganar y no pronostico el perder.
Es posible que algo en mí esté cambiando, algo que ni siquiera yo quiero admitir. Ni siquiera mi mente, mi cuerpo, nada. Pero sabes que algo está llegando porque cuando eso sucede empiezas a dormir menos por las noches y a inquietarte más durante el día.
La televisión, que suena de fondo, vocifera palabras sin sentido. Me desplazo sin apenas rozamiento, esquivando la tormenta de sentimientos que se avecina ante mí, impasiva y sin piedad. Intentar asensinar algo imposible, recorrer caminos ya transitados y morder el polvo.
Los conocimientos que he ido adquiriendo con el paso de los años parecen pasar desapercibidos, ignorados, desechados.. Se desvanecen ante el menor atisbo de esperanza. Truena en mi mente y aquí está lloviendo. Juego a ganar y no pronostico el perder.
Es posible que algo en mí esté cambiando, algo que ni siquiera yo quiero admitir. Ni siquiera mi mente, mi cuerpo, nada. Pero sabes que algo está llegando porque cuando eso sucede empiezas a dormir menos por las noches y a inquietarte más durante el día.
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