sábado, 10 de diciembre de 2011

Despair in the departure lounge.

La condena impuesta es de por vida y atrapa. Está erguida entre sábanas de algodón, besos caros y perfumes estupefacientes. Pesa y arrastra hasta fondos inimaginables, hasta consecuencias desastrosas y catástrofes que ni el mismísimo Dios, si existiese, podría evitar.
La televisión, que suena de fondo, vocifera palabras sin sentido. Me desplazo sin apenas rozamiento, esquivando la tormenta de sentimientos que se avecina ante mí, impasiva y sin piedad. Intentar asensinar algo imposible, recorrer caminos ya transitados y morder el polvo.
Los conocimientos que he ido adquiriendo con el paso de los años parecen pasar desapercibidos, ignorados, desechados.. Se desvanecen ante el menor atisbo de esperanza. Truena en mi mente y aquí está lloviendo. Juego a ganar y no pronostico el perder.
Es posible que algo en mí esté cambiando, algo que ni siquiera yo quiero admitir. Ni siquiera mi mente, mi cuerpo, nada. Pero sabes que algo está llegando porque cuando eso sucede empiezas a dormir menos por las noches y a inquietarte más durante el día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario