Sácame de aquí. Lléname o vacíame de nuevo, eres libre. Cualquier cosa me vale mientras se trate de respirar, de sentir o de dejar de hacerlo, de morir o mantenerse, de no caer al vacío.
Llévame a ese sitio al que me aterra tanto llegar sola, acompáñame mientras me pierdo o piérdete conmigo. Exhala el humo que me ahoga día tras día y llévatelo contigo, pero tú quédate. No me pinches si no sangro, pero muérdeme tan fuerte que pueda notarlo aún cuando no estés. Hazme tuya pero sin dejar de ser yo, no me cambies pero tampoco me abandones a la deriva.
Acércate despacio para que no tenga miedo, pero sé firme, que pueda notar tus pasos, que sepa por dónde estás viniendo. Nunca avises porque si no huiré. Pero si huyo, ten el valor de no permitírmelo.
A veces me veo fuerte para pedir todas estas cosas, para tener la capacidad de poseerlas y de manejar la situación que todas conllevan, pero hay una cosa para la que nunca se tiene el suficiente valor: para pedirte que aparezcas.
Aparece ahora porque se hace tarde. Empieza a hacer frío aquí. Libérame de mis demonios o aprende a jugar con ellos, pero aparece. Ponte frente a mí y plántame cara.
El resto me da igual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario