Mírame, abandonada en ti. Se me han clavado tus ojos; pero esta vez no duele.
To' el mundo sigue ahí, ¿lo ves? Pero es como si al rededor ya no hubiera nadie
Mírame, abandonada en ti. Se me han clavado tus ojos; pero esta vez no duele.
To' el mundo sigue ahí, ¿lo ves? Pero es como si al rededor ya no hubiera nadie
Hay libros que, aunque no me apetezca leer, necesito abrir. Saber lo que hay dentro. Devorarlos.
Lo mismo me pasa contigo
Todas las noches antes de dormirme evoco exactamente la misma figura: la mía. Única y exclusivamente. Solitaria. La nada y yo.
No encuentro mejor manera de reconfortarme.
Ya no me motiva ni tu ausencia
Ni presencia
Sólo ruido, vacío
Sólo yo
Espasmos, crujidos, frío
Sólo yo
Y yo
Y caída libre
Y nadie más que yo
A día de hoy puedo afirmar con absoluta rotundidad que nadie me conoce.
Y qué triste tener que decir eso, ¿no?
Necesitamos autodestruirnos para crearnos de nuevo, pero ¿y qué?
Tenemos toda una vida para nacer las veces que nos de la gana.
Andaremos mil kilómetros, recorreremos un montón de caminos.. Y aún así no llegaremos a ningún sitio
Se secarán todos los mares, y aún así seguiremos llorando
Buscaremos mil cremas, miles de tiritas, pero nos sentiremos hechos pedazos
Nos daremos los abrazos más intensos, los besos más ardientes, pero seguiremos solos
Veremos miles de amaneceres, y aún así seguiremos completamente ciegos
Y para eso no hay ningún remedio
Qué lejos estamos
(aún cuando estamos al lado)
Qué poco nos tocamos
(aún cuando me estás abrazando)
Qué poco nos conocemos
(aún cuando me hablas durante horas)
Qué poco me llenas
(aún cuando estás dentro de mí)
Pero cuánto me gustas.
Es curioso que cada vez que recuerde a una persona la recuerde sin ojos.
Como si no pudiera mirarme, como si sólo emitiera palabras -que soy incapaz de escuchar-.
Quizá es que me da miedo buscar algo que sé que no voy a encontrar. O encontrarlo y que sea en vano. O quedarme enamorada de ellos.
Tienes unos ojos preciosos. A juego con nada.
Necesito escribir un libro que no hable de mi. Reconozco que, de un modo u otro, todos mis textos están dedicados a la autocomplacencia. Y me frustra y resucita a partes iguales, qué le voy a hacer; entonces quiero morirme o que me maten.
A veces me gusta imaginar que no son tus dedos lo que me toca, si no tu alma. Me descubro fantaseando con las pupilas de tus ojos clavadas en mi corazón, y con lo más profundo de mi vientre embriagado con tu poder.
Yo, que me creía muerta, que me pensaba dueña de nada, aferrada a lo ajeno de una manera incontrolada. Rodeada por tu destino, bailando junto al mío, cantando una canción sin letra, jugando a no ser.
Me gusta pensar que no hacen falta palabras, que sólo hay sinergia.
Pero luego despierto.
Cuando algo te cansa y no sabes el qué. Indiferencia.
Cuando quieres huir y no sabes a dónde. Indiferencia.
Estás atrapada, pero de ti misma. Lo que te rodea sólo es un simple escenario en el que tú estás a merced de ti misma. Pero te crees simple marioneta.
Gran error el de sentirte atrapada por algo ficticio.
Corre de tus tinieblas porque va a ser lo más eficaz. Aunque puede que lo más difícil, pero eso llega un punto en el que es secundario. Protégete a ti, y punto. Huye de esa indefensión, de esa indiferencia.
Andar siempre en la cuerda floja tiene su gracia hasta cierto punto. Es divertido, te sientes libre. Pero acabas sintiendo miedo.
Y no sabes cuál es el momento de bajar; eso es lo más difícil.
Te pierdes ahí arriba. Sosteniéndote como puedes, agarrándote a lo que vas encontrando. Pero ningún obstáculo es lo suficientemente grande como para quedarte en él.
Y sigues en equilibrio.